Constantinopla, actual Estambul, fue la primitiva colonia griega de Bizancio, renombrada así por el emperador Constantino I el Grande en el 330. Fue la capital del Imperio bizantino (395-1453) o Imperio romano de Oriente hasta el año 620, cuando el emperador Heraclio I adoptó el griego como lengua oficial.
Las emperatrices bizantinas fueron adquiriendo prominencia política con el paso del tiempo. Ya en el siglo V encontramos a Eudoxia, esposa de Arcadio, que ejerció una gran influencia en la política del Imperio. Eudocia, esposa de Teodosio II, protegió a los judíos y paganos y favoreció la cultura; entre sus obras destaca una paráfrasis del Octateuco en hexámetros. Pulqueria, hermana de Teodosio II, aseguró la continuidad del Imperio bizantino en una época de grandes convulsiones. Teodora, la emperatriz corregente, vivió en el siglo VI, pero, con posterioridad, encontramos a Irene, que en el siglo VIII convocó dos concilios y, tras acabar con su hijo, se convirtió en la primera emperatriz bizantina en ocupar el trono, no como consorte o regente, sino en su propio nombre. En el siglo XI, Zoe sobrevivió a tres esposos emperadores y a muchas conspiraciones y juegos de poder. También Ana Comnena, en el siglo XII, fue la autora de La Alexiada, la historia del reinado de su padre
Teodora, desde su influencia en el campo político y legal, fue una firme defensora de los derechos de la mujer como tantas otras a lo largo de la historia. Ya en el s. I a. C., Hortensia pronunció un discurso ante los triunviros en defensa de las matronas, también las oradoras Mesia y Carfania, en contra de los roles sociales, se defendieron a sí mismas públicamente. En el s. II, las emperatrices Faustina la Mayor y Faustina la Menor se preocuparon por la educación de las niñas pobres.
Con posterioridad, Guillermina de Bohemia (s. XIII) propuso crear una iglesia de mujeres, porque no se sentían representadas; la célebre jueza sarda Leonor de Arborea (s. XIV) promulgó la Carta de Logu, considerada una de los primeros ejemplos de constitución en el mundo; Christine de Pisan (s.XV), autora de La ciudad de las damas, fue la iniciadora de la Querella de las Mujeres; la escritora mexicana sor Juana Inés de la Cruz (s. XVII) defendió el derecho de la mujer a la educación y al conocimiento y Olympe de Gouges (s. XVIII) fue la autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadanía.
En el s. XIX, la filósofa inglesa Mary Wollstonecraft escribió Vindicación de los derechos de la mujer; en Estados Unidos, la periodista Margaret Fuller fue autora de La mujer del siglo XIX, la abolicionista Sojourner Truth pronunció el famoso discurso ¿Acaso no soy una mujer? y la abogada y sufragista Mary Ann Shadd fue editora de un periódico antiesclavista; la educadora y poeta brasileña Nísia Floresta escribió Derechos de las mujeres e injusticia de los hombres; la sindicalista argentina Virginia Bolten fundó el periódico La voz de la mujer y, en España, Concepción Arenal, autora de La mujer del porvenir, fue la primera mujer universitaria y una de las pioneras del feminismo.
En el s. XX, la sufragista inglesa Christabel Harriette Pankhurst fundó el Women's Party; en la India, la escritora y abogada Cornelia Sorabji junto a la activista Pandita Ramabai lucharon contra el matrimonio infantil; en España, Ascensión Chirivella, primera mujer del país en ejercer la abogacía, y las políticas y abogadas Clara Campoamor y Victoria Kent ―con posiciones enfrentadas por el voto femenino― fueron referentes en la lucha por la igualdad como también María Telo Núñez, autora de Mi lucha por la igualdad jurídica de la mujer y promotora de cambios vitales en la reforma del Código Civil de 1975, que eliminó la “licencia marital” y , en Francia, el derecho al aborto fue legalizado en 1975 con la conocida como ley Simone Veil.